El relato continúa en el punto donde había sido dejado en Objetivo: La Luna. Luego de algunos minutos de temor en el lanzamiento, todo parece estar bien y el cohete se dirige hacia la Luna. Entre tanto, hay una sorpresa de talla mayor: los dos Hernández y Fernández se equivocaron de hora y se encuentran a bordo, lo que obliga a Tornasol a reducir la duración del viaje para que el oxígeno sea suficiente.





El periplo se desarrolla sin demasiados problemas y el cohete se asienta sin impedimentos. Los aparatos son instalados y Tornasol se dedica a sus investigaciones. Durante una de las expediciones, Tintín se queda a bordo. En ese momento, Jörgen (alias el coronel Boris) sale de la bodega y se dispone a partir con el cohete. Tintín logra detenerlo en el último minuto. Con otro pasajero de más, el cohete despega hacia la tierra, las reservas de oxígeno están lejos de ser suficientes. Jorgen muere en un altercado con Wolff, el asistente de Tornasol, que lleno de remordimientos por su complicidad con Jorgen, se sacrifica con la esperanza de salvar al resto de la tripulación.



Esta segunda entrega de la aventura lunar fue publicada en 1954. Como lo diría Hergé, está ahí el exotismo absoluto. En los volúmenes que siguen, utilizará más el universo que ha creado, dentro de una fase "doméstica", cuyo punto culminante será Las Joyas de la Castafiore.